Durante todos los últimos días, han llovido las noticias y los comentarios en los medios de comunicación y entre varios sectores de la población, sobre la sequía que está azotando nuestra región, afectando a las principales actividades productivas: agricultura y ganadería. Tarde o temprano, los efectos de esta sequía recaen sobre la población y se […]
Por Elena Belletich Ruiz. 28 febrero, 2014.Durante todos los últimos días, han llovido las noticias y los comentarios en los medios de comunicación y entre varios sectores de la población, sobre la sequía que está azotando nuestra región, afectando a las principales actividades productivas: agricultura y ganadería. Tarde o temprano, los efectos de esta sequía recaen sobre la población y se reflejan en escasez de agua, de alimentos, zozobra, precios altos, etc.
La población común y corriente, usted o yo, especialmente quienes no estamos vinculados directamente a la actividad agrícola, quizá no vislumbremos los alcances y daños que pueden causar, a todos, la falta de lluvias. Quien sí lo ha percibido claramente, como buen pastor, ha sido el Arzobispo de la Arquidiócesis. Así, desde hace un par de semanas, por lo menos, atendiendo a un pedido de Mons. José Antonio Eguren, los sacerdotes de todas las parroquias de la Región han incluido (al final de la celebración de la Santa misa) una oración comunitaria para pedir que acabe la sequía y haya lluvias. El clamor ha sido escuchado. Y es que, para lo cristianos, la fe mueve montañas y no hay nada imposible para Dios.
La lluvia caída el domingo (también el sábado y la madrugada del lunes) en distintos puntos de la región, con mayor intensidad en las zonas de la sierra, puede ser interpretados por muchos de nosotros como: ‘respuesta a nuestras plegarias’. La Estación meteorológica de la Universidad de Piura registró lluvias de 6,5 mm en la costa y sierra de Morropón; de 5,5 en San Ignacio (Cajamarca) y de 2,0 en la ciudad de Piura, el domingo. Para el especialista de la UDEP, Rodolfo Rodríguez, estas lluvias son aún deficitarias y están sucediendo mayormente en la sierra, debido al Trasvase andino.
Dicen que los caminos de Dios son misteriosos, y las herramientas e instrumentos que utiliza para dar a sus hijos lo que es bueno para ellos, también lo son. Quizá haga falta más oraciones, que muchas más personas se unan a ellas, no solo en las misas. Creo que hay muchos, me incluyo, que también estarán pidiendo con muchísimo fervor que las lluvias beneficien a los agricultores, que caigan allí donde haga falta y que si caen en la ciudad, ¡que Dios nos proteja! porque, como en años y lustros anteriores: ¡Piura no está preparada para las lluvias! Poco o nada se ha hecho para que lo esté. ¿Lo estará algún día?
Para quienes perciben el poder de la oración, qué tal si pedimos (así: en masa, muchísimos) que nuestras autoridades se pongan las pilas y mejoren, no solo la cara de nuestra ciudad sino su infraestructura, su capacidad de prevención. Pidamos que se solucionen, de una vez por todas, los problemas de El Chilcal, Ignacio Merino, El Mercado y otras zonas inundables en las que las lluvias intensan afectarían, indudablemente. Que se tome con seriedad el problema de Poechos; y que se asuma con rigor la necesidad de abastecer de agua a las zonas menos favorecidas de la Región.
Y, como reza el dicho ‘quien pide al cielo y pide poco… es un loco’, así que podríamos pedir, de pasadita, que las autoridades tengan la sabiduría necesaria para saber lo que Piura necesita en realidad. Y, además, pidamos para nosotros: seriedad, prudencia y mucha sabiduría para saber por quién votaremos, en las próximas elecciones, para que dirijan los destinos de nuestra ciudad y de la región, más allá de intereses mezquinos, egoístas o partidarios.
Y, ¡qué sigan las oraciones… y las lluvias!…